(12/09/2023)  

En las 112 rutas analizadas, el ferrocarril resulta más barato en veintitrés de ellas, el 21 por ciento, “seis de esos trayectos están operados por compañías de bajo coste, y seis no ofrecen ningún vuelo directo” indica el informe.

De esos veintitrés casos “doce pueden definirse como buenas rutas en tren, con más de tres conexiones diarias directas, trenes diurnos y nocturnos para las rutas más largas, una buena velocidad media, fiabilidad, casi siempre más baratas que un vuelo y que no suelen costar más de 150 euros, ya  que un precio más elevado podría motivar a la gente a viajar en coche en su lugar”.

Estas doce rutas son Berlín-Praga, Zúrich-Berlín, Hamburgo-Múnich, Helsinki-Oulu, Atenas-Salónica, Košice-Praga, Zúrich-Viena, Varsovia-Berlín, Praga-Budapest, Oporto-Lisboa, Madrid-Barcelona y Trondheim-Oslo.

Para Greenpeace, “es necesario que el ferrocarril sea más asequible que el transporte aéreo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por los combustibles fósiles”, y propone que los gobiernos nacionales introduzcan billetes climáticos o abonos únicos de transporte, como la propuesta en España del abono T-lleva, con el que “se fomentarían el uso del tren y del transporte público en general”. Serían billetes asequibles y sencillos de larga duración, válidos en todos los medios de transporte público de un país o una región determinada, incluidos todos los trenes y el transporte transfronterizo.

El informe señala que “los billetes climáticos pueden financiarse mediante impuestos sobre los beneficios extraordinarios de las empresas, la eliminación progresiva de subvenciones perjudiciales para el medio ambiente o un sistema fiscal justo basado en las emisiones de dióxido de carbono, entre otras posibilidades". De forma paralela, piden que se ponga fin a las subvenciones que se aplican a otros modos de transporte y la eliminación progresiva de las exenciones fiscales al queroseno.

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