En 1879 se creaba en Madrid el Arma de Ingenieros, un batallón especial compuesto de dos compañías de ferrocarriles y otras dos de telégrafos de campaña, que juntamente con el batallón de pontoneros residente en Zaragoza, constituía el 5º Regimiento de Ingenieros y la primera unidad militar ferroviaria del Ejercito Español.
(10/05/2006)
En la noche del 30 de octubre de 1883 tuvo lugar en Londres un hecho “horrible, tan odioso como cobarde” que llenó de luto la capital británica: fueron entonces dos violentas explosiones al paso de sendos trenes, con un intervalo de siete minutos y a cuatro kilómetros la una de la otra. La primera se produjo entre las estaciones de Westminster y Charing Cross y la segunda entre Praed-Street y Edgwareroad.
“La autoría de los bárbaros atentados que produjeron cuarenta heridos, y entre ellos cuatro de gravedad” como señalaba La Ilustración Española y Americana en su número del 15 de noviembre de 1883, se la atribuyó el movimiento de los Fenianos.
Una vez avanzada la hipótesis sobre los posibles autores por la policía británica, “Mister O´Donovan Rosa, desde su asilo seguro en la América del Norte, ha telegrafiado a varios periódicos londinenses (sic), manifestándoles que la explosión fue preparada por sus hermanos, los afiliados en el fenianismo, para demostrar que la capital puede ser reducida a cenizas por los irlandeses, y que así sucederá, si Inglaterra no quiere ceder”.
Tras el atentado y después de analizado el comunicado de Rosa, en la aduana de Birmingham pudieron ser “aprehendidas tres cajas, procedentes de América, que contenían máquinas explosivas”.
La liga de los Fenianos, heredera de otros movimientos de la resistencia irlandesa, fue creada en 1861 por los partidarios del uso de la violencia para lograr la independencia de la isla de Irlanda del conjunto del Reino Unido. Diluida prácticamente durante la 1ª Guerra Mundial, buena parte de sus planteamientos los recogió, en el siglo pasado, el movimiento Sinn Fein (Nosotros Solos).
En opinión de los ingenieros que visitaron los túneles después de las explosiones, “éstas han sido producidas por bombas de cristal cargadas de nitroglicerina: la primera de ellas debió ser arrojada desde una ventanilla del mismo tren, al pasar éste de Mansion House hacia South Kensington, a cien metros de la estación de Charing Cross y cerca de uno de los ventiladores de la línea”.
Los vagones posteriores del tren fueron destrozados, “singularmente el último, donde se hallaba el guarda-freno; en el momento de la explosión, todas las lámparas de gas que alumbraban el interior de los carruajes apagáronse instantáneamente; los muros del túnel retemblaron y varios gruesos sillares fueron arrancados de quicio”.
La Ilustración concluía que “...el que arrojó la bomba sobre el tren; ni sabía quienes eran (las víctimas), ni a quien hería o condenaba a una vida miserable, arrancándole un brazo o desfigurándole, ni qué dolores iba a producir”.