La localidad de Cenicero en La Rioja fue escenario en 1903 del mayor accidente ferroviario de la historia española. Un tren correo descarriló en el puente Montalvo precipitándose al vacío. El accidente causó 44 muertos y sacó a la luz el arrojo de un pueblo que, dirigido por una familia de aristócratas paralizó toda actividad para ayudar a las víctimas. Cien años más tarde la Asociación Riojana de la prensa ha investigado el accidente que se convirtió en uno de los acontecimientos en la época. Hoy aquel acontecimiento se ha convertido en una exposición titulada “Héroes por accidente”.
(03/03/2004)
A medio día el sol cae sobre el escaso cauce del Najerilla el 27 de junio de 1903 y recalienta los raíles del tren que pasa por encima de este río a la altura de Torremontalbo. Mientras tanto el tren de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte se va acercando desde Bilbao camino de Zaragoza. El convoy está formado por dos locomotoras, siete vagones y diez coches de pasajeros.
El maquinista echa más carbón y toma velocidad porque en San Asensio se ha rezagado y lleva un retraso de 18 minutos. Por fin se acerca al Najerilla a toda máquina y con el carbón al rojo vivo. Entran en el puente Puente Montalvo y hacia la mitad el convoy da un zurriagazo: el tercer coche se ha caído hacia la derecha y anda recostado sobre la vaya del puente. El maquinista decide tomar más velocidad para salir cuanto antes del despeñadero en el que se ha convertido el puente, sin embargo el acelerón hace desprenderse la primera locomotora de la segunda y el coche que va recostado cae; los siguientes van tras él en un efecto dominó. El estruendo retumba en el valle y llega hasta la cercana villa de Cenicero. En un momento el Najerilla se convierte en un amasijo de vías, vagones y viajeros.
Los 43 pasajeros muertos y un guardia civil que falleció extenuado por el intenso trabajo de rescate, además de 80 heridos, convirtieron a éste en el mayor accidente ferroviario sucedido en España hasta entonces. La tragedia cubrió las primeras páginas de los diarios nacionales e internacionales durante días y el suceso despertó la solidaridad de un pueblo entero: Cenicero.
Cien años más tarde la asociación de la prensa riojana ha realizado una exposición conmemorativa sobre el accidente y las circunstancias que desencadenó. La muestra ha sido bautizada con el expresivo título de “Héroes por accidente” Los periodistas riojanos de ésta asociación han realizado una tarea de investigación y han hecho, literalmente, una reconstrucción de los hechos.
La asociación puso los resultados de su minuciosa investigación a disposición a Félix Pérez Vidarte y Jesús Gutiérrez, dos aficionados al maquetismo ferroviario quienes realizaron la maqueta del accidente del Puente Montalvo. Sus medidas: 250 x 50 centímetros y su escala H0 (1/87 de reducción). Los maquetistas emplearon 800 horas de trabajo a lo largo de cinco meses; utilizaron 230 traviesas de madera y 1.280 cabezas de alfileres para sus remaches. Tanto las locomotoras “Abando” y “Madrid” como los vagones son fieles reproducciones de las originales. La tierra de la maqueta ha sido recogida en Torremontalbo, cerca del lugar del descarrilamiento. Sobre ella, las pequeñas figuritas nos recuerdan la multitud que se acercó al lugar aquel 27 de junio de 1903 y que se convirtieron en protagonistas del drama: Conchita Manso de Zúñiga, periodistas, políticos y otros tantos héroes anónimos...
Doña Conchita
La familia aristócrata Manso de Zúñiga fue la primera en escuchar el estrépito. Vivían en el torreón Montalbo, muy próximo al puente. Junto con ellos llegaron al lugar gran cantidad de cenicerenses que, organizados con una increíble premura, socorrieron a las víctimas. Cuando llegó, horas más tarde, el tren de auxilio enviado por las autoridades , el trabajo más importante ya lo había hecho el pueblo.
Concha Manso de Zúñiga se convirtió en la heroína mediática del suceso. Era hija de don Trinidad, un militar y conde que fue quien organizó el rescate de las víctimas con ayuda de sus colonos y los vecinos de Cenicero. Esta señorita de 20 años, impetuosa y avanzadísima para su tiempo (fue la primera mujer que obtuvo el carné de conducir en La Rioja) no dudó en mojarse hasta las rodillas, igual que sus tres criadas, para auxiliar a los pasajeros despeñados en el río.
La asociación Riojana de la prensa ha recogido una crónica contemporánea del periódico El Nervión que, aunque anecdótica, constata su arrojo: “Hay un detalle que Conchita no contó pero que yo debo consignar aquí porque me consta su autenticidad. El desgarramiento de su chambra dejó al descubierto parte de su seno. Un herido a quien ella curaba, se lo hizo observar con el respeto que correspondía a tan grandioso acto de caridad, y la angelical joven contestó con estas o parecidas palabras: “Ahora no puedo ocuparme más que de ustedes”.
Fue su carácter lo que colocó su fotografía en todos los periódicos. Por ello recibió cientos de postales que reconocían su labor y que guardó en dos álbumes, uno de los cuales ha sido cedido ahora por la familia Manso de Zúñiga a la exposición.
Durante la investigación que precedió a la exposición se descubrió otro héroe. Uno de los 44 fallecidos no era pasajero sino un guardia civil que anduvo bajo el sol hasta el pueblo más cercano para avisar de lo sucedido y, a su regreso, murió extenuado a causa del esfuerzo.
Pero, como no todo el monte es orégano, los periódicos de la época recogen también historias de personas que esquilmaron los equipajes encontrados entre los hierros y hurgaron en los bolsillos de los muertos, a la par que ayudaban a los heridos. Además se cuenta que el tren transportaba dos millones de pesetas del Banco de España que no llegaron a su destino.
El pillaje no enturbió la leyenda de este pueblo que cien años más tarde se siente orgulloso y solidario. Muchos ancianos siguen contando las anécdotas que les narraban sus abuelos, que vivieron el accidente. Además la labor de los cenicerenses se vio recompensada por Alfonso XIII que decidió nombrar Ciudad a esta pequeña villa.
Absueltos
Tres días después la tragedia fue discutida en las Cortes. El diputado Poveda calificó como “una catástrofe sin precedentes en España” y exigió “un informe con las averiguaciones realizadas por el director de Obras Públicas y medidas para evitar que se repitieran accidentes de similares características”.
En la investigación se señalaron nueve imputados, que fueron inmediatamente apresados pero salieron en libertad provisional bajo fianza.
El juicio tardó tres años en celebrarse. El fiscal, Antonio Gullón, demostró que la segunda máquina se había acoplado de manera incorrecta según lo estipulado en el reglamento de la compañía y confirmó que el tren llevaba una velocidad superior a la autorizada. Según Gullón, esas circunstancias y el mal estado de la vía precipitaron el descarrilamiento.
Sin embargo durante los meses previos a la vista algunos afectados aceptaron indemnizaciones por parte de la Compañía y fueron, curiosamente ellos los llamados como testigos en este juicio. Además todos los procesados coincidieron en que “todo había sido normal y el accidente había sido fruto de la fatalidad”. El resultado fue la inculpabilidad y absolución de los procesados.