Page 92 - Revista Vía Libre Nº 647 - Enero 2020
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artes
furgón de cola
inmutables que desde hacía millones de
años contemplaban la miseria humana
con indiferencia. (…) Y burlándose de
las dimensiones terribles del universo,
abajo, en el valle del Vag, apareció una
lucecita diminuta. Avanzaba lentamente
hacia el norte como si le costase subir.
A veces, a tan sólo un dedo de distan-
cia, se distinguía un puntito rojo. Era el
tren expreso de Berlín. El sonido llega-
ba a través de la noche muda. Al verlo,
a Balint se le encogió el corazón. “Por
aquí pasarían los trenes militares hacia
el norte si estallase la guerra con Rusia.
Por aquí transportarían a miles y mi-
les de jóvenes al campo de batalla, a la
muerte... contra un enemigo de mayor
poderío y tal vez en vano, absolutamen-
te en vano...”.
A la percepción visual se suma la sonora. Los
silbidos de los trenes nocturnos casi siempre suenan
a nostalgia y a tristeza, como en la prosa de Dezsö
Fotogramas de Possessed.
Kosztolányi en Anna Édes (1926)…
Las noches de noviembre iban haciendo
Un trozo de andén de la estación de más largas. Se oyen los silbidos de los
Témperley estaba débilmente iluminado trenes de la estación del Sur. Alguna lo-
por la luz que salía de una puerta de la comotora extraviada lloraba en la oscu-
oficina de los telegrafistas. Erdosain sen- ridad, conmovedora y plañideramente,
tose en un banco junto a las palancas como un niño pequeño.
para los cambios de vías, en la oscuridad. … o en la de Joseph Roth en el relato Der blin-
Tenía frío y tal vez fiebre. (…) Un disco de Spiegel (1925, El espejo ciego):
rojo brillaba al extremo del brazo invisi- La ternura nos embarga en el aire trans-
ble del semáforo: más allá otros círculos parente de la noche, cuando desde los
rojos y verdes estaban clavados en la os- espacios azules la nostalgia viene a no-
curidad, y la curva del riel galvanoplas- sotros y el silbido de una locomotora que
tiado de esas luces sumergía en las tinie-
blas su redondez azulenca o carminosa.
A veces la luz roja o verde, descendía.
Luego todo permanecía quieto, dejando
de rechinar las cadenas en las roldanas
y cesando el roce de los alambres en las
piedras.
Ferran Soldevila hace un apunte en su dietario
Hores Angleses (1938, Horas inglesas) que condensa
en una frase una percepción parecida:
Londres.- Niebla espesa: las luces de la estación
colgadas del firmamento.
Si nos alejamos de las estaciones, la impresión
del observador cambia mucho cuando se contempla
desde lejos el paso de un tren cruzando la noche. Así
lo describe el transilvano Miklós Bánffy en És Hijjával
találtattál (1940, Las almas juzgadas):
Oscuridad, oscuridad absoluta. Sólo las
estrellas, los millones de estrellas, tin- Hermann Pleuer
tineaban en la bóveda celeste. Estrellas Locomotora de vapor por la noche (1906).
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