Los ferrocarriles de Cuba atesoran locomotoras de vapor norteamericanas e inglesas entre las más antiguas y mejor conservadas del mundo, al punto que algunas de ellas se encuentran aptas para remolcar trenes especiales, turísticos e históricos.
(20/04/2012)
La isla caribeña fue el primer país iberoamericano, el segundo de América (después de Estados Unidos) y el séptimo en el mundo en poner en servicio un ferrocarril que se inauguró, el domingo 19 de noviembre de 1837, con el tramo La Habana-Bejucal. Primer ferrocarril de España (Cuba fue española hasta 1898), cuando aún quedaban once años para la inauguración del primer ferrocarril español peninsular, el de Barcelona a Mataró en 1848.
Aquel año arribaron las primeras ocho locomotoras inglesas fabricadas por la compañía Braithwhith y Renais, y que en breve serían sustituidas por las norteamericanas de la que fuese la primera constructora mundial, Baldwin, y de la bien conocida factoría Norris.
Inicialmente, la línea férrea comenzó sus actividades con el servicio de pasajeros, ampliándose el año siguiente al tráfico de cargas, posteriormente correo y en 1840 prensa. En 1853 a lo largo de la vía férrea empezaron a extenderse los cables del telégrafo, medio esencial para las comunicaciones de la época.
Máquinas inglesas, devueltas
Las máquinas inglesas trabajaron apenas un año y fueron devueltas a Inglaterra por supuestos desperfectos técnicos, según ha explicado a los medios informativos el destacado especialista del Museo del Ferrocarril de Cuba, Jorge Castro Columbié: "Luego empezaron a llegar las locomotoras norteamericanas. Las primeras exportaciones ferroviarias de Estados Unidos en el mundo vinieron para aquí, aunque de las primitivas no quedan muestras", señala a la periodista económica cubana Lourdes Pérez Navarro.
La más antigua locomotora existente en el país es "La Junta” , considerada entre las diez mejor conservadas del mundo -más del 70 por ciento de sus piezas son originales- y declarada Monumento Nacional. “La Junta” fue comprada en Estados Unidos para la Empresa del Ferrocarril de Matanzas a finales de 1842 por seis mil setecientos dólares.
El ingeniero norteamericano que proyectó y ejecutó el primer ferrocarril cubano, Alfred Kruger, había encargado su construcción a Thomas Rogers, uno de los más importantes fabricantes de locomotoras de vapor del siglo XIX en Estados Unidos. Tras arribar a Cuba a inicios de 1843, la máquina, de una tecnología muy avanzada para su época, con el característico bogie delantero de las locomotoras norteamericanas se puso a prueba con viajes cortos hasta que en noviembre de ese año comenzó a prestar servicios de carga y pasajeros en la provincia de Matanzas.
Fue la locomotora insignia del ferrocarril matancero y se mantuvo activa durante décadas, hasta que en 1912 pasó a exhibirse en diversas exposiciones ferroviarias y desde noviembre del 2002 se muestra en el Museo del Ferrocarril de Cuba. Anteriormente, en 1987, año del aniversario 150 del ferrocarril cubano, “La Junta” fue sometida a una gran y detenida reparación tanto de la caldera como del mecanismo motor. La máquina volvió a rodar por sí misma en un corto recorrido.
Una inglesa de 1873
La segunda locomotora más antigua es una inglesa fabricada en 1873 por Manning Wardle & Co., único ejemplar de su tipo existente en el mundo. Dicha máquina había desaparecido -rememora Castro Columbié-, pero un grupo de investigadores se entregó a la tarea de rescatarla, tras hallar algunas piezas dispersas en diferentes sitios y agregar otras piezas, fieles reproducciones de las originales.
Hoy la pequeña locomotora inglesa, utilizada por décadas en la industria azucarera, ocupa un sitio destacado en el Museo.Esa institución recoge 175 años de historia del ferrocarril cubano, que se cumplirán en noviembre de 2012. Sus salas temáticas muestran locomotoras de vapor, diésel y eléctricas; coches de viajeros, vagones, equipos de comunicación y señalización, herramientas y máquinas vinculadas a la construcción y mantenimiento de la vía.
Recrea, además, un puesto de mando y servicios de una estación de la primera mitad del siglo XX, con teléfono, telégrafo, báscula, faroles, mobiliario y otros materiales originales. Sus archivos atesoran maquetas, planos, fotografías y documentos útiles para investigadores, estudiosos y amantes del antaño denominado camino de hierro.
Tan longevas locomotoras, legalmente amparadas como patrimonio cubano, rebasan el ámbito del Museo y pueden admirarse a lo largo del país, esencialmente en lugares cercanos a los ingenios azucareros, donde la mayoría desarrolló su vida útil. Su imponente robustez de hierro, testimonio de lo que hoy se denomina arqueología ferroviaria también puede apreciarse en sitios como el parque del Agrimensor, en La Habana Vieja, frente a la Estación Central, instalación que el próximo noviembre cumplirá cien años.
Lo que sorprende al visitante ,es que poseen licencia operativa de transporte, es decir, están técnicamente aptas para circular
Así, de resolverse las condiciones de infraestructura, la “Mañalich” (1907), de la American Locomotive Company, la famosa Alco, y la “Central Ecuador” (1920) de la Vulcan Iron Works, podrían cumplir el sueño de tantos aficionados de circular en el remolque de trenes especiales, dadas las buenas condiciones de marcha de las máquinas.