El pasado 17 de septiembre falleció en Zaragoza, a los 84 años de edad, el periodista José Luis Pérez Cebrián, director de Vía Libre entre 1972 y 1992.
(23/09/2013) Nacido en la localidad zaragozana de Paniza, en su amplia trayectoria periodística colaboró en el nacimiento del diario “El País”, del que fue luego colaborador, y pasó por cabeceras como las de las revistas “El Ciervo”, “Vida Rural”, “Signo”, “Cuenta y Razón” o el diario “ABC”, donde entre otras funciones fue crítico de teatro, una de sus grandes aficiones, que le llevó a conocer y a admirar a autores como Miguel Mihura, cuya pieza “Tres sombreros de copa” consideraba casi una guía para tratar de entender un mundo incomprensible como el que observaba desde un punto de vista tan lleno de ternura, como de escepticismo.
En febrero de 1972 asumió la dirección de Vía Libre, entonces editada por Renfe,Omega Seamaster 007 Replica Watches que con él empezó su “tercera época”, una transición prudente pero firme, hacia una revista más abierta y profesional, más preocupada por la cultura, -especialmente la mejor literatura-, la técnica y la ciencia, y la divulgación del universo del ferrocarril.
Por un breve período de tiempo, de junio de 1976 a febrero del 77, José Luis Pérez Cebrián, dejó de ser director de Vía Libre para llevar adelante el proyecto de conversión en semanal de la revista “Cuadernos para el Diálogo”.
De vuelta a Vía Libre, se siguió consolidando su modelo de revista de cuyo medio centenar de páginas, sin contar suplementos y coleccionables, aproximadamente la mitad se dedicaba a la información técnica y de actualidad del ferrocarril, y el resto a temas culturales y de ocio: entrevistas, reportajes, moda, cine, libros, lenguaje, historia, arte, hemeroteca, filatelia, deportes, pasatiempos o humor.
Mare Nostrum
En 1978 Vía Libre, que mantenía una difusión media de casi 62.000 ejemplares mensuales, inició la publicación de un suplemento cultural conjunto, denominado “Mare Nostrum", con su homologas la italiana “Voci de la Rotaia” y la francesa “La Vie du Rail”, que constituyó en su tiempo un hito y una de las grandes satisfacciones profesionales de José Luis Pérez Cebrián.
En 1980 la tirada media, controlada por OJD, alcanzó su récord con 85.000 ejemplares por número y contaba con corresponsalías en prácticamente todas las residencias de la red ferroviaria que alimentaban, sobre todo, el suplemento Por Toda la Red que se enriqueció, además, con secciones como “Sanidad” , “Consultorio jurídico” o la posterior “Becas, cursillos, concursos”.
Fundación de los Ferrocarriles Españoles
En 1986 pasó a ser editada por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, creada el año anterior, y cambió su apuesta informativa, que la multitud de proyectos ferroviarios existentes dirigió hacía contenidos de más peso técnico que se consolidaron en una sección de I+D y en una mayor presencia de la política del transporte y la actividad de la industria ferroviaria. A todo ello se unieron secciones como En Portada, Dossier o Empresas, suplementos como el dedicado a Iberoamérica o numerosos monográficos, y acuerdos de colaboración con la revista británica IRJ y la francesa Le Rail.
En abril de de 1992 José Luis Pérez Cebrián fue sustituido en la dirección de Vía Libre, para ser, durante un breve tiempo, director de Actividades Culturales de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles.
Cincuentenario
Ahora que Vía Libre está a punto de doblar la esquina de su cincuentenario vale la pena recuperar algunos textos de José Luis Pérez Cebrián escritos con motivo de otros hitos de la revista, muchos celebrados bajo su dirección, y que explican, en parte, su carácter, su bonhomía y su concepto de la información, del periodismo, del ferrocarril y del área de intersección de todos ellos, que en España es, casi por antonomasia, Vía Libre.
1979: quince años de Vía Libre.
“Via Libre es por diferentes razones, una publicación singular (...) es “rara avis” en el horizonte de las publicaciones periódicas de nuestro país, (...) En ninguna otra revista los suscriptores se llaman a sí mismos socios y escriben con tanta frecuencia y familiaridad cartas a la redacción. Finalmente (...) Vía Libre es como el propio ferrocarril “internacionalista”. Tiene lectores fieles en todos los países de Europa y en la mayor parte de los del mundo”.
1984: veinte años de Vía libre.
“ ...De Vía Libre, afortunadamente, no puede decirse que sea una de esas revistas o folletos artificiales, de todo tiempo y país, de grueso couché y desmesurada y costosa apariencia; una de esas revistas jamás leídas y de vida efímera en la que no aparece un solo suscriptor o comprador ni por compromiso.
Vía Libre representa un servicio social y cultural del Ferrocarril –esto no puede olvidarse- y si ha superado los veinte años de edad –un verdadero milagro en este querido país de nuestros pecados- y tiene sesenta y tantos mil suscriptores es porque, entre las fuerzas y presiones que inevitablemente pugnan y confluyen en toda publicación periodística ha predominado en este caso la fuerza de los lectores...”
1988: Inicio del vigésimo quinto año de publicación de Vía Libre.
“…El cementerio de publicaciones españolas necesita de constantes ampliaciones por falta de espacio para tanta tumba, pero felizmente Vía Libre no forma parte de ese camposanto, y ese es el logro de la labor de divulgación ferroviaria continuada más importante que se ha hecho en España”(…) sin que ello suponga echar las campanas al vuelo, ni eludir nuestros errores y deficiencias”.
2006: Número quinientos de Vía Libre
“Cuando por azar del oficio periodístico llegué a la estación de “VÍA LIBRE” (1972), la revista circulaba por las cercanías de su número 100. Y en seguida me di cuenta de que era una publicación viva (no todos los medios de comunicación, aun con buenos colorines, están vivos), es decir, “VÍA LIBRE” no era para sus lectores un simple papel impreso que se hojea y se tira a la papelera. Para sus numerosísimos suscriptores, ferroviarios y amigos del ferrocarril, era algo entrañable relacionado con su quehacer profesional y con la múltiple cultura ferroviaria como fenómeno social e histórico. Y esto no lo olvidábamos a la hora de elaborar su contenido.
Suelo hablar con ferroviarios, jóvenes y veteranos, en el tren, y casi siempre me dicen que guardan en sus casas la colección de “VÍA LIBRE”. Y una muestra, para mí emotiva, fue que en la última Feria del Libro Antiguo, que cada año se celebra en el paseo madrileño de Recoletos, pude ver, entre tantos libros y publicaciones que no mueren, la oferta de antiguos ejemplares de la misma.
Y es que el ferrocarril es un síntoma social muy significativo. Puede considerarse parte sustancial de un país, índice fiable de su buena o mala salud colectiva. Hasta tal punto que, en el caso español, repasar la historia de los caminos de hierro supone darnos de bruces con nuestra historia contemporánea en el más amplio sentido. Por cierto, que todavía parece que, desgraciadamente, perdura el eco de las tensiones carlistas y feudales de mediados del XIX, que algo tuvieron que ver con la torpeza de algunos políticos e ineptos directivos, que negociaron torpemente con la industria franco-británica y además decidieron un ancho de vía diferente al de nuestros vecinos europeos.
Bueno, el caso es que me piden que diga algo desde el recuerdo cuando nuestra revista alcanza su número 500. Un buen recuerdo es el periodo en el que hicimos con las revistas homólogas de los ferrocarriles franceses e italianos, “La Vie du Rail” y “Voci della Rotaia”, un suplemento cultural común titulado “Mare Nóstrum”, que aparecía simultáneamente en los respectivos idiomas en las tres publicaciones, las dos citadas y “VÍA LIBRE”, con una tirada conjunta de más de cuatrocientos mil ejemplares. Y además de coincidir también en la orientación general de los contenidos de las tres revistas, unificamos hasta el diseño de sus cabeceras. Fue como un anticipo de trenes españoles sin el estupor fronterizo.
Y un paréntesis anecdótico de aquellos consejos de redacción con los colegas Delacroix y Ciambricco en París, Roma o Madrid. Aparte de la finalidad que nos reunía, a la hora del café, hablábamos de todo. Y el italiano y yo, a pesar de la presencia francesa, no pecábamos precisamente de “chauvinisme”: él se empeñaba en que las cosas en Italia iban mal, todavía peor –insistía- que en España, y yo procuraba demostrarle lo contrario. ¿Qué diríamos ahora, querido Alberto Ciambricco?
Siempre agradeceré la suerte de haber trabajado en el ferrocarril y haber contribuido modestamente a ese viejo servicio social de comunicación humana (y de mercancías) entre pueblos, ciudades y países. Por mi pueblo, entre Zaragoza y Valencia, no pasa el tren, pero desde niño soñé con las vías y trenes que pasaban por el pueblo de al lado.
Y, finalmente, mi recuerdo y agradecimiento para quienes hicieron posible la realización de una “VÍA LIBRE” entrañable y, como he subrayado, viva (sin duda, una singular aportación a la divulgación ferroviaria en España): periodistas, escritores, técnicos, intelectuales ilustrados, historiadores, fotógrafos, dibujantes, colaboradores espontáneos…, unos y otros siempre entendidos y amigos del ferrocarril. No apunto ahora los nombres que llegan a mi memoria, que, a esta altura del tiempo, me flaquea, por temor a que se me pase alguno en una tan larga historia. Gracias a todos”.
Desde Vía Libre, permite que te corrijamos: No, José Luis, gracias a ti.